jueves, 21 de enero de 2010

3ª parte

Llego a la habitación. A un lado se encuentra Ócrio. Esta registrando lo requisado. Unos setenta euros, dos colgantes y un reloj. No es un gran botín pero el reloj parece de bastante valor. Se lo pone. En la ventana, atento, Ithilias vigila la calle. No queremos sorpresas. En medio de la sala veo al objetivo. Está atada y tiene los ojos vendados. La han desnudado. Esto nos asegura que no tiene micrófonos o localizadores. Esta limpia. Tiene una piel casi perfecta, blanca y un bonito cuerpo. Debería oler a terror por cada una de las esporas de su cuerpo. Pero no es así. De echo, no huele a nada. Esto no es normal. Todos los seres vivos tienen un olor propio, humanos y seres sobrenaturales. No es nuestro objetivo, nos han engañado. Rápidamente me dispongo a coger mi daga pero Nex se me ha adelantado y tiene el filo apoyado en el cuello de ella
-¿Quién eres?¿Qué eres?-ella se queda callada y solamente sonríe. Abre su boca lentamente como para decir algo, y con un susurro prácticamente inaudible comienza a hablar:
-Vosotros, que vinisteis a cazar, seréis cazados. Mi maestro pronto llegará y acabará con vuestras malditas vidas-ríe sonoramente.
-¿Tu maestro? ¿El que estaba contigo en el bar?-pregunto con interés.
-El mismo-responde con contundencia.
-¿Qué te hace pensar que nos va a encontrar? Si llevabas localizadores han sido destruidos y seguro que no nos han seguido-Ócrio se esta inquietando y eso no es recomendable.

Knock, knock-suena la puerta. Me pregunto quien será. Nos ponemos todos alerta y Ócrio se acerca a la puerta
-¿Quién es?-pregunta preparado para usar su escopeta si la respuesta no es adecuada.
-Traigo una pizza para los señores secuestradores. Ya esta pagada-dice una voz joven.

Ócrio me mira y le hago una señal para que abra. Es un muchacho joven, rondara los dieciocho años, y su rostro refleja el miedo que le provoca ese desconocido que le ha abierto la puerta, con una escopeta entre sus manos. Ócrio coge la caja de la pizza y la tira a la mesita de madera que hay junto a la entrada del baño. Me acerco y la abro. Donde debería haber comida basura solo hay un papel amarillento con unos garabatos mal hechos. Lo leo “aprovechad los segundos que os quedan de vida” miro a mis compañeros y grito:
-¡A las armas!-me vuelvo hacia Nex-Mátala. Puede que sea nuestra última noche pero ella no la verá-Nex la degolla sin ningún remordimiento.

Su sangre, lentamente, va bañando su piel. Resulta macabro, quizás incluso asqueroso pero una parte de mí disfruta del espectáculo, se alimenta con la agonía de la mujer, cuya fuerza es mermada lentamente hasta morir. Oímos como la puerta del ascensor del pasillo se abre con un fuerte chirrido. Ócrio me pasa la escopeta mientras él desenfunda su pistola. Ithilias y Nex nos imitan, el primero con una escopeta y el segundo con una pistola con silenciador. Ócrio se coloca a la derecha de la puerta sosteniendo su arma con la mano izquierda y Nex al otro lado de la puerta. Ithilias y yo de frente. Por un instante el tiempo se realentiza hasta casi detenerse. Sólo se escucha el eco de unos pasos en el pasillo, fuertes y seguros, que se detienen frente a nuestra puerta. Solo una tabla de madera de dudosa resistencia nos separa de quien quiera que sea. Con un poderoso golpe la puerta cae abajo. Me dispongo a disparar. Pero él es más rápido que yo. Me dispara a la muñeca anulándome mi capacidad para disparar. Ithilias está en idéntica situación. Es bueno, muy bueno a decir verdad, pero le espera una sorpresa desagradable. Nex y Ócrio salen con fuerza y rabia. Puede darse por muerto. Dos disparos se oyen y la sangre de mis compañeros empieza a cubrir el suelo. Increíble, sabía exactamente cuando iban a salir y les ha pegado un tiro en la cabeza. Algo no cuadra. Pasa al lado de su aprendiz degollada, la mira, pero su rostro no cambia. Es como si le diese absolutamente igual. Se acerca hasta mí y se acuclilla. Nos subestima. Eso es bueno para nosotros.

-Hola-habla tranquilo, pausado-quiero saber quien os envía, y lo sabré por las buenas o las malas. Vosotros decidís. Una muerte rápida como la de esos dos o una lenta y dolorosa. Personalmente prefiero la segunda. Es más divertido.

Le miro fijamente. Tiene una mirada tan fría como la de mi jefe, y al igual que este parece que la crueldad recorre cada fibra de su cuerpo. Veo como tras él Ócrio se incorpora, más bestia que hombre, con los ojos encendidos como llamas. En su boca se divisan unos colmillos. Sonrío.

-Si me vas a matar como a mis compañeros supongo que no tengo nada que temer.
Se vuelve. Demasiado tarde. Ócrio le empotra contra la pared y le sostiene con una mano por el cuello. Está sediento de sangre. Conozco la sensación. Me concentro y noto como mi herida me arde y se cierra rápidamente
-Cometiste un error-le digo al desconocido-no puedes matar a un muerto-Ócrio se dispone a dar el golpe de gracia. Sea quien sea a llegado su fin. Golpea en el pecho, cerca del corazón. Le suelta y cae. Un débil chorro de sangre cae desde el lado izquierdo de su boca. Su pecho está rígido. No respira. Un problema menos.
-Bueno chicos habrá que pensar en irse. Ócrio vuelve a tu forma normal.-cierra los ojos y su respiración se empieza a acelerar. Todos sabemos lo que significa. No puede salir. En cuestión de segundos ni siquiera nos distinguirá de aquel al que acaba de matar. El ansia de sangre fluye por sus venas y alimenta su ira, elevándola a un nivel superior. Sus músculos aumentan notablemente y en su frente se dibuja un tatuaje negro. Un triángulo invertido en el cual del centro de cada lado sale una pequeña línea hacia el exterior. La marca sagrada del Consejo-¡Nex, Ithilias, sujetadle!-corro velozmente a mi maleta mientras un rugido infernal atraviesa mi oído y llega a mi cerebro. El demonio ha despertado. Abro la maleta y cojo una caja negra. La abro y cojo la pistola de dardos de su interior, junto con una de los dardos, que contiene ese maldito líquido rojo. Me vuelvo. Mis dos compañeros también han sacado parte de su demonio interior. Espero que no sea tarde. No podré detenerlos a los tres. Por suerte parece que estos dos últimos no han perdido aún el raciocinio y le sujetan contra la pared, aunque muy costosamente. Sólo tengo una oportunidad. Disparo. Le doy en el corazón. La tensión de mi cuerpo empieza a disminuir para disiparse en segundos por completo. Me apoyo en la pared que hay tras de mí y me deslizo lentamente, hasta quedar sentado. Nex e Ithilias me imitan, en forma totalmente normal, mientras veo como el líquido del dardo va desapareciendo y la respiración y aspecto de Ócrio recobran el aspecto inicial. Ha faltado poco.

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