jueves, 21 de enero de 2010

5ª parte

-Kirvok, tío, ¿estas bien?-una voz y una mano en mi hombro agitándome me saca de mis recuerdos. Abro los ojos e Ithilias me mira-levanta-me dice a la par que me tiende la mano.
Me acerco a Ócrio-¿qué tal estas tú?
-Bien, aunque me gustaría saber quien era-mira la pared. Está descorchada por un golpe reciente-es el primero Kirvok, nunca antes alguien había sobrevivido ante uno de nosotros en el primer nivel, y ella...-mira el cadáver de la mujer que aún se encuentra en el centro de la habitación-no era humana, ni nada como lo que habíamos visto hasta ahora. Carecía de olor Kirvok, totalmente
-Lo se-le respondo-Además está claro que era una trampa. Sabían que les esperábamos. No es la auténtica.
-Y no solo eso-comenzó a decir Nex-supo de antemano como estábamos posicionados, lo que decíamos. Algo no cuadra.
-Nos dispersamos chicos-sabemos lo que hay que hacer. Individualmente llamaremos menos la atención-os informaré mediante la forma de contacto habitual de nuestra próxima reunión.

Para cuando recogemos todo y por fin nos separamos son las seis de la mañana. Voy andando por la calle con mi bolsa de viaje marrón en la mano derecha y mis preciadas dagas en la cintura, ocultas bajo la ropa. Llamaría mucho la atención un hombre joven trajeado ataviado con un equipaje como este de no ser por la larga capa con la que me abrigo, de color marrón claro. Una suave brisa recorre la ciudad y acaricia mi rostro. Estoy realmente preocupado. Quien es ese hombre, como se adelantó tan hábilmente a nosotros. Algo se nos escapa. Me niego a creer que hay un traidor entre nosotros. No es una opción. Pero entonces..., ¿cómo lo hizo? Las dudas invaden mi mente. En mi andar llego a la plaza principal de la pequeña ciudad en la que me encuentro. Unos pocos árboles la adornan y en su punto central una fuente se sitúa majestuosamente observándolo todo. Me aproximo a esta y observo su cristalina agua, acariciando la superficie de esta con las yemas de mis dedos. Está fría y a través de ella veo los pequeños azulejos azules que cubren el fondo del pilón. Cuando la superficie del agua recupera la tranquilidad tras mi contacto, el reflejo de mi rostro se dibuja lentamente en ella. Lo miro con nostalgia y cuando me separo y me vuelvo me encuentro en otro lugar. El sol brilla. A mi lado, alto y erguido se encuentra David. Está sentado al borde de una majestuosa fuente.

-Lleváis casi un año conmigo. Aún así te niegas a abandonar tus recuerdos. Tu vida pasada. No lo comprendo. ¿porqué te torturas de esa manera?-David hablaba con su habitual frialdad.
Me quedé callado por unos momentos-quien soy, lo que soy, se lo debo a mi pasado. Pasado al que he dado la espalda, al que he mentido. Las personas que me han querido han llorado mi muerte y me han acompañado en mi viaje al otro mundo, sin embargo aquí estoy yo, hablando contigo, riéndome de sus lagrimas.
-Veo que aún no lo has comprendido. La persona a la que tan tristemente despidieron tus antiguos familiares y amigos está muerto. Eres la sombra de quién eras. Uno de los más vivos entre los muertos. Uno de los más muertos entre los vivos. No eres más que un recuerdo. Acéptalo. No existes.

Me quedé callado viendo como ese hombre cruel se levantaba y se alejaba. Cerré los ojos para pensar en lo que me había dicho. Los abro. Pronto amanecerá. Creo que por mucho tiempo que pase no olvidaré ese diálogo con David. Nunca se lo diré pero en el fondo, aunque no quiera admitirlo, sé que tiene razón. Es una pérdida de tiempo añorar algo que nunca recuperaré.

4ª parte

Miro la caja y veo el resto de dardos. Todo se vuelve negro. Por un momento me encuentro solo en la nada. Un resplandor me ciega por unos instantes. Cuando recupero la visión veo como cuatro jóvenes están arrodillados ante un hombre de unos treinta años, calvo, de mirada penetrante, enfundado en un traje de alta costura, que se hace llamar David. Reconozco a los cuatro jóvenes. Somos nosotros. Como ya dije antes todo tiene un precio. El nuestro fue ser contratados, por decirlo de alguna forma, como guardaespaldas, durante seis meses. Pero realmente éramos esclavos, basura, solo un escalón por encima de los insectos, y ese hombre un semidiós. Al principio solo hacíamos pequeños encargos y de vigilantes de sus discotecas, tapaderas del tráfico de droga. Pasaron los seis meses y cumplió su palabra. Nos dio la libertad. Nos pagó nuestros servicios con un poco de lo que parecía heroína de no ser por cierto color rojizo que poseía-es lo mejor que tengo, una jeringuilla para cada uno. Probadla y por unos instantes saboreareis el poder de los dioses-miré a mis compañeros y nos fuimos. Las palabras de David resonaban en mi cabeza y la curiosidad me invadía. Teníamos una larga noche hasta el día siguiente que cogeríamos el tren y decidimos probar lo que nos había dado nuestro exjefe. Lo habíamos visto muchas veces así que imitamos a esos yonkis que cada noche teníamos que sacar de las discotecas. Solo la probaríamos una vez así que no acabaríamos como ellos. Según el líquido entraba en mi organismo, un escalofrío de placer recorrió mi columna vertebral. En mi vida había sentido algo igual.

Miré a mis amigos. No era el único que me sentía más vivo que nunca. El éxtasis me daba energía, confianza, sentía que podía hacer lo que quisiera, ir donde quisiera, sin limitaciones, sin ataduras. Salimos del callejón en el que nos encontrábamos y fuimos a una discoteca próxima. Las luces parpadeantes, la música disco de fondo, las chicas bailando sensualmente, provocándome. Todo me incitaba, me liberaba más y más. Pero la droga hacía algo más. No solo nos daba confianza y energía, éramos como un imán, los camareros nos invitaban a las copas, las bailarinas nos hacían gestos para que fuésemos a bailar con ellas, las chicas se nos acercaban y hablaban con nosotros, como si fuésemos famosos. La noche era nuestra, todo nos pertenecía. Me puse a hablar con una muchacha que se me acercó, era agradable, normalita de cara, pero con un cuerpo de infarto. Vestía unos pantalones blancos ajustados y un top negro. No recuerdo de qué hablamos pero en cuestión de minutos la estaba besando. Mientras la besaba miré a mis amigos, y para sorpresa mía no era el único que desataba pasiones en el sexo opuesto. Solo Ithilias, cuyo rostro quedaba semioculto por un oscuro y largo cabello, se dio cuenta de que le miraba. Por un momento, fugaz, prácticamente inapreciable, me pareció ver que sus ojos se volvían rojos. Supuse que sería debido a las luces. Lo ignore. Un golpe en la espalda me separó de mi amante de esa noche. Noté como la ira me invadía.

-Sepárate de ella o te mato payaso-me dijo una voz tras de mí. Me giré. Ahí estaba, frente a mí, un joven de unos veinte años-es mía y como se te ocurra volver a tocarla, o mirarla, te arranco la cabeza.

Miré a la joven. No dijo nada, simplemente agachó la cabeza. Notaba mi corazón palpitando con fuerza en mi pecho, la ira de mi interior, reprimida, golpeaba mi mente. La dejé salir, estaba cansado de contenerla. Le golpee con fuerza en el rostro. Era un animal. No pensaba, solo golpeaba. Le tiré al suelo mientras le pegaba una y otra vez. De reojo veía a mis amigos viendo el espectáculo, disfrutando, sonriendo, animándome. Apenas se le reconocía ya, pero no podía, no quería parar. Era divertido, placentero, extasiante. Los guardias de seguridad se pusieron manos a la obra y vinieron para separarnos. No llegaron. Mis amigos les interceptaron y golpearon con violencia, insaciables. Nos mirábamos y reíamos, burlándonos de esos tipos que se habían pasado de la raya. Cuando acabamos, y nos levantamos, vimos nuestra obra de arte. Esos hombres ya no tenían rostro, en su lugar solo un montón de moratones y sangre. La música se había detenido, las luces estaban dadas y la gente nos miraba con temor.

-Vámonos. Esta discoteca no me gusta-dije a mis compañeros.

Según íbamos hacia la puerta, la gente se apartaba a nuestro paso. Salimos y vimos como un par de coches patrulla se acercaban, posiblemente les habrían dado la alarma de la noticia. Nos fuimos, no queríamos preguntas acerca de nuestra obra. Oímos una voz detrás de nosotros.

-Han sido esos que se van por ahí-dijo una voz femenina temblorosa.
Al escuchar esto nos metimos a un callejón próximo. Oímos pasos corriendo hacia nosotros y un poderoso golpe me tiró al suelo. Me toqué la cabeza y me miré la mano. Mi sangre la cubría. Estaba algo mareado.

-Tened cojones a hacernos lo mismo a nosotros cabrones-me decía una voz enfadada, furiosa.

Apreté con fuerza los puños. Una parte de mí quería controlarse pero otra deseaba la libertad. Me giré. Dos policías vinieron hacia nosotros con las porras en mano. Me dispuse a atacar. Lo hice demasiado lento. Nex corría ya hacía ellos. Nunca le había visto así. Golpeó al primero en el cuello y le dio una fuerte patada al segundo en la cara. Sus cuerpos cayeron inertes. Sentía como el subidón comenzaba a desaparecer lentamente. Observé los dos policías. Miré a mis amigos. No nos podíamos creer lo que habíamos hecho. Notaba como las primeras lágrimas comenzaban a resbalar por mi rostro.

-¡Vámonos!-gritó Nex con furia.

Salimos corriendo. Mi corazón palpitaba con fuerza en mi pecho, provocándome un gran dolor. El recuerdo de esos hombres machacados torturaba cada fibra de mi piel. Nos detuvimos en un túnel cercano. Me derrumbé. Mi respiración aceleró, caí al suelo, débil, sin fuerzas, en un mar de lágrimas. Cada uno de nosotros, a su manera, nos íbamos derrumbando, conscientes de lo que habíamos echo. No se cuanto tiempo estuvimos en ese estado de desolación. Por fin Ithilias dijo algo:

-Y ahora, ¿qué?

Todos sabíamos la respuesta aunque ninguno la quisimos decir. Estaba claro. Nuestra única posibilidad era David. Eran las ocho de la madrugada cuando llegamos al local principal de David. Los vigilantes nos conocían así que no tuvimos problema en llegar hasta el despacho de aquel al que buscábamos. Entramos con fuerza, bueno mas bien con rabia. El estaba ahí, tranquilo, con una sonrisa malévola en la cara.

-¡Eres un hijo de puta!-gritó Nex golpeando el escritorio que nos separaba de aquel semidiós-¿Sabes lo que tu jodida mierda nos ha hecho hacer?

No respondió. Solo sonreía. Una silla de madera pasó rozándome la cara hasta hacerse pedazos contra la pared de enfrente.

-¿Porqué cojones sonríes?-gritó Ócrio

David se levantó lentamente, le miré a los ojos y él hizo lo mismo conmigo. Intentaba buscar la lógica de su retorcida mente. Noté como alguien se situaba a mi derecha. Miré. Fue Ithilias que, al igual que yo, trataba de ocultar su ira hacia ese monstruo reservándola para un mejor momento.

-De qué me acusáis. Yo no os obligue a hacer nada. Eso fue decisión vuestra. Por cierto he visto fotos de vuestro poderío. Estoy sorprendido la verdad-Ócrio corrió hacia él para golpearle. Con una agilidad increíble, David pivotó sobre si mismo esquivando el golpe. Rió y le cogió del cuello levantándole un palmo del suelo. Ócrio agarraba la muñeca con sus manos, en un inútil intento de soltarse. Quise ayudarle, quería hacerlo, lo juro, pero el miedo me lo impedía.
-Si vuelves a cometer esa insolencia te mato, ¿vale?-tras decir esto le tiró hasta aterrizar a mis pies.

Ithilias y yo nos agachamos a socorrerle. Solo Nex quedó en pie desafiante. Atacó pero el resultado no fue mejor

-Cada día-comenzó a decir David-todos tomamos distintas decisiones. La mayoría son tonterías, pero otras, como la vuestra de hace unas horas, pueden cambiar nuestro destino. En unas horas vuestro rostro será conocido en todo España, vuestras familias y amigos os repudiaran, la vida tranquila con la que contabais se acabó. Puedo ayudaros. Haceros desaparecer. Esta noche no habrá existido. No seréis recordados como unos asesinos sino como unos héroes. Pero hay una condición, debéis cortar con todo aquello que os une a vuestro pasado, sin excepciones, y trabajar para mí. Por vuestros seres queridos no os preocupéis. De cara al mundo esta noche habréis muerto en manos de unos drogadictos por hacerles frente. ¿Irónico verdad?-sonrió-tenéis cinco minutos para decidir. Elegir con cautela.

3ª parte

Llego a la habitación. A un lado se encuentra Ócrio. Esta registrando lo requisado. Unos setenta euros, dos colgantes y un reloj. No es un gran botín pero el reloj parece de bastante valor. Se lo pone. En la ventana, atento, Ithilias vigila la calle. No queremos sorpresas. En medio de la sala veo al objetivo. Está atada y tiene los ojos vendados. La han desnudado. Esto nos asegura que no tiene micrófonos o localizadores. Esta limpia. Tiene una piel casi perfecta, blanca y un bonito cuerpo. Debería oler a terror por cada una de las esporas de su cuerpo. Pero no es así. De echo, no huele a nada. Esto no es normal. Todos los seres vivos tienen un olor propio, humanos y seres sobrenaturales. No es nuestro objetivo, nos han engañado. Rápidamente me dispongo a coger mi daga pero Nex se me ha adelantado y tiene el filo apoyado en el cuello de ella
-¿Quién eres?¿Qué eres?-ella se queda callada y solamente sonríe. Abre su boca lentamente como para decir algo, y con un susurro prácticamente inaudible comienza a hablar:
-Vosotros, que vinisteis a cazar, seréis cazados. Mi maestro pronto llegará y acabará con vuestras malditas vidas-ríe sonoramente.
-¿Tu maestro? ¿El que estaba contigo en el bar?-pregunto con interés.
-El mismo-responde con contundencia.
-¿Qué te hace pensar que nos va a encontrar? Si llevabas localizadores han sido destruidos y seguro que no nos han seguido-Ócrio se esta inquietando y eso no es recomendable.

Knock, knock-suena la puerta. Me pregunto quien será. Nos ponemos todos alerta y Ócrio se acerca a la puerta
-¿Quién es?-pregunta preparado para usar su escopeta si la respuesta no es adecuada.
-Traigo una pizza para los señores secuestradores. Ya esta pagada-dice una voz joven.

Ócrio me mira y le hago una señal para que abra. Es un muchacho joven, rondara los dieciocho años, y su rostro refleja el miedo que le provoca ese desconocido que le ha abierto la puerta, con una escopeta entre sus manos. Ócrio coge la caja de la pizza y la tira a la mesita de madera que hay junto a la entrada del baño. Me acerco y la abro. Donde debería haber comida basura solo hay un papel amarillento con unos garabatos mal hechos. Lo leo “aprovechad los segundos que os quedan de vida” miro a mis compañeros y grito:
-¡A las armas!-me vuelvo hacia Nex-Mátala. Puede que sea nuestra última noche pero ella no la verá-Nex la degolla sin ningún remordimiento.

Su sangre, lentamente, va bañando su piel. Resulta macabro, quizás incluso asqueroso pero una parte de mí disfruta del espectáculo, se alimenta con la agonía de la mujer, cuya fuerza es mermada lentamente hasta morir. Oímos como la puerta del ascensor del pasillo se abre con un fuerte chirrido. Ócrio me pasa la escopeta mientras él desenfunda su pistola. Ithilias y Nex nos imitan, el primero con una escopeta y el segundo con una pistola con silenciador. Ócrio se coloca a la derecha de la puerta sosteniendo su arma con la mano izquierda y Nex al otro lado de la puerta. Ithilias y yo de frente. Por un instante el tiempo se realentiza hasta casi detenerse. Sólo se escucha el eco de unos pasos en el pasillo, fuertes y seguros, que se detienen frente a nuestra puerta. Solo una tabla de madera de dudosa resistencia nos separa de quien quiera que sea. Con un poderoso golpe la puerta cae abajo. Me dispongo a disparar. Pero él es más rápido que yo. Me dispara a la muñeca anulándome mi capacidad para disparar. Ithilias está en idéntica situación. Es bueno, muy bueno a decir verdad, pero le espera una sorpresa desagradable. Nex y Ócrio salen con fuerza y rabia. Puede darse por muerto. Dos disparos se oyen y la sangre de mis compañeros empieza a cubrir el suelo. Increíble, sabía exactamente cuando iban a salir y les ha pegado un tiro en la cabeza. Algo no cuadra. Pasa al lado de su aprendiz degollada, la mira, pero su rostro no cambia. Es como si le diese absolutamente igual. Se acerca hasta mí y se acuclilla. Nos subestima. Eso es bueno para nosotros.

-Hola-habla tranquilo, pausado-quiero saber quien os envía, y lo sabré por las buenas o las malas. Vosotros decidís. Una muerte rápida como la de esos dos o una lenta y dolorosa. Personalmente prefiero la segunda. Es más divertido.

Le miro fijamente. Tiene una mirada tan fría como la de mi jefe, y al igual que este parece que la crueldad recorre cada fibra de su cuerpo. Veo como tras él Ócrio se incorpora, más bestia que hombre, con los ojos encendidos como llamas. En su boca se divisan unos colmillos. Sonrío.

-Si me vas a matar como a mis compañeros supongo que no tengo nada que temer.
Se vuelve. Demasiado tarde. Ócrio le empotra contra la pared y le sostiene con una mano por el cuello. Está sediento de sangre. Conozco la sensación. Me concentro y noto como mi herida me arde y se cierra rápidamente
-Cometiste un error-le digo al desconocido-no puedes matar a un muerto-Ócrio se dispone a dar el golpe de gracia. Sea quien sea a llegado su fin. Golpea en el pecho, cerca del corazón. Le suelta y cae. Un débil chorro de sangre cae desde el lado izquierdo de su boca. Su pecho está rígido. No respira. Un problema menos.
-Bueno chicos habrá que pensar en irse. Ócrio vuelve a tu forma normal.-cierra los ojos y su respiración se empieza a acelerar. Todos sabemos lo que significa. No puede salir. En cuestión de segundos ni siquiera nos distinguirá de aquel al que acaba de matar. El ansia de sangre fluye por sus venas y alimenta su ira, elevándola a un nivel superior. Sus músculos aumentan notablemente y en su frente se dibuja un tatuaje negro. Un triángulo invertido en el cual del centro de cada lado sale una pequeña línea hacia el exterior. La marca sagrada del Consejo-¡Nex, Ithilias, sujetadle!-corro velozmente a mi maleta mientras un rugido infernal atraviesa mi oído y llega a mi cerebro. El demonio ha despertado. Abro la maleta y cojo una caja negra. La abro y cojo la pistola de dardos de su interior, junto con una de los dardos, que contiene ese maldito líquido rojo. Me vuelvo. Mis dos compañeros también han sacado parte de su demonio interior. Espero que no sea tarde. No podré detenerlos a los tres. Por suerte parece que estos dos últimos no han perdido aún el raciocinio y le sujetan contra la pared, aunque muy costosamente. Sólo tengo una oportunidad. Disparo. Le doy en el corazón. La tensión de mi cuerpo empieza a disminuir para disiparse en segundos por completo. Me apoyo en la pared que hay tras de mí y me deslizo lentamente, hasta quedar sentado. Nex e Ithilias me imitan, en forma totalmente normal, mientras veo como el líquido del dardo va desapareciendo y la respiración y aspecto de Ócrio recobran el aspecto inicial. Ha faltado poco.

2ª parte

La partida empezó bien. La diosa fortuna parecía acompañarnos. Pero la suerte siempre tiene un final y da paso a la experiencia. Donde antes había dinero, sonrisas y bromas ahora solo quedaban lagrimas, enfados y deudas. Decidimos irnos. Quizá pudiésemos salir de ahí antes de que se diesen cuenta de nuestra ausencia. No sucedió así y por desgracia todas las deudas deben ser saldadas. Cuando regresábamos a la sala principal por el pasillo en penumbras, sentí un golpe en la cabeza y como la oscuridad me absorbía hasta quedar inconsciente.

-Knock, knock- el ruido de unos nudillos golpeando la puerta me sacan de mis pensamientos. Abro los ojos y me incorporo. Cojo una de mis dagas, afilada, mortal. Me acerco a la puerta.
-¿Quién es?-espero la respuesta.
-Papá Noel. ¿Tú quién crees que somos? Deja de hacer el idiota y abre la puta puerta.

Reconozco la voz. Se trata de Nexkais, Nex para los amigos. Abro la puerta y entra. Es un año menor que yo. Mide cerca del metro setenta, castaño y con pinta de chulo siempre fue el ligón del grupo. Viene cargado con dos bolsas de plástico con un montón de porquerías en su interior. Otro día que echo de menos la comida de mi madre. Tras él entra Ócrio. Algo más alto que el anterior, de complexión delgada, viste con una gabardina de cuero. Sus muñecas están protegidas por unas pulseras de cuero y la totalidad de su vestimenta es negra como la noche. Su sonrisa es macabra y su aspecto desaliñado, pero aun así inspira confianza. Este trae un par de cervezas. Eso esta bien. La noche va a ser larga y aburrida

-¿Dónde está Ithilias?-pregunto al no verle con ellos. Es el cuarto miembro del equipo. Alto y de complexión fuerte, es sin duda un caballero moderno. Aunque si sabes mirar tras sus ojos azules tan apacibles puedes llevarte una sorpresa. Mejor de amigo que de enemigo.
-Estoy aquí tranquilo.
-Seguro que si soy yo el que no está no preguntas. Claro como soy el mierdas del grupo... -Ócrio sonríe tras estas palabras. Tiene un humor especial. Por suerte nosotros le conocemos bien y le seguimos la corriente.
-Tranquilo Ócrio-le digo-esta noche eres una pieza clave. Al fin y al cabo alguien se tiene que encargar de tirar la basura después de comer ¿no crees?
-Vete a la mierda-me responde efusivamente, tras lo cual todos reímos sonoramente.

Miro el reloj. Son las nueve de la noche. Cojo una cerveza y vuelvo a mi puesto de vigilancia. Si la información es buena nuestro objetivo de esa noche debe estar a punto de llegar. No me equivoco. Dos figuras aparecen desde el fondo de la calle. Cojo los prismáticos y observo quienes son. No hay duda pero aun así compruebo las fotos que ya tenemos. Si, es ella, pero va acompañada de un hombre. No le conocemos ni tenemos información de él.
-Ithilias, mira esto. Me parece que hay un pequeño problema-mis compañeros se acercan a la ventana.
-Y ahora ¿qué hacemos?-pregunta Ithilias
-Seguir con el plan-respondo secamente sin dejar de observar a ese individuo. Solo tiene al descubierto el rostro. Tiene una brecha en el ojo derecho y un rostro severo. Desde luego no es un picapleitos.
-Eso, seguimos con el plan y si se pone tonto le tatúo mi 42 de bota en la cara-río al oír decir estas palabras a Ócrio mientras cojo mi chaqueta de traje. Ithilias y Ócrio se ponen las bandoleras, las gabardinas, los guantes y los pasamontañas. Realmente parecen unos atracadores. Miro a Nexkais. Asiente con la cabeza. A llegado el momento. Vamos allá.

Entro en el bar, pido un café y me siento en un banco, detrás del acompañante de nuestro objetivo, pero sin perderla de vista a ella ni la puerta. Contando al camarero, hay ocho personas a parte de mí. Al rato suena de nuevo la puerta. Entra Nexkais, pide una cerveza, se sienta en la barra y se pone a hablar con el camarero. Miro el reloj mientras escucho la conversación absurda que tiene mi objetivo con su compañero. Casi son las nueve y quince. Faltan segundos. 5, 4, 3, 2, 1, .....................

La puerta se abre de golpe y dos encapuchados entran a grito pelado armados con escopetas. Justo a tiempo.
-¡Cómo algún capullo se mueva os juro que os vuelo la cabeza a todos! Ahora quiero que todos deis una pequeña ofrenda a mi compañero que quiere regalarle algo a su novia para su cumple y el pobre esta en el paro-el compañero, el mas bajo de los dos que sin duda es Ócrio, empieza a pasar el saco rápidamente. Se para donde una pareja y mira a la chica
-¿Te apetece un polvo?
-Como la toques te mato- un novio valiente, lo reconozco. Estúpido, sí, pero valiente. Para lo que le sirve. Ócrio le coge de la nuca y estampa su cara contra la mesa. Ha quedado inconsciente. Ócrio se acerca a nuestro objetivo. Está asustada y no opone oposición. Para mi sorpresa su acompañante tampoco. La chica deja un colgante que parece de oro y la cartera. El acompañante un reloj y veinte euros. Algo va mal. Ócrio termina de recoger los “aguinaldos”. Mira a su compañero:
-Ya está, tío, vámonos-le dice.
-Coge a esa de ahí, la que esta con el de la brecha en el ojo. Necesitamos un rehén.
Ócrio se acerca al objetivo
-¡Levántate!-está aterrorizada, pero como todo el bar a fin de cuentas. Obedece. Chica lista. Pero su acompañante también se pone en pie. Llega un momento en este trabajo que sabes lo que va a ocurrir con solo oler el pestilente aroma del caos, y este es uno de esos momentos.
-Siéntese o le vuelo la tapa de los sesos, a ti y a ella.
-Lléveme a mí en su lugar.
-No se lo tome a mal pero no eres mi tipo, no me van los engendros-le pone el cañón de la escopeta en la cabeza y suavemente le dice-siéntese.

Obedece y eso me pone nervioso. Miro a Nex. Esta tan sorprendido como yo. Veo como los atracadores se van con su rehén, mientras la gente por fin respira. El camarero coge el teléfono. Los polis llegaran en breves. Hay que irse. Nex ya está abandonando el local. Yo aún esperaré un poco. Quiero saber lo que se trae entre manos el acompañante. Llama por teléfono. Sus palabras son secas pero claras-prepara el equipo-luego cuelga y se va. Unos minutos después le sigo. Cuando cruzo la puerta echo una última mirada al bar. Para ellos esta ha sido una noche que difícilmente olvidaran, pero que ha llegado a su fin. Me dan cierta envidia, la verdad.

1ª parte


Aún recuerdo cuando era un simple joven, cuya única preocupación era si aquella muchacha que veía todos los días en el tren, tan hermosa y llamativa, se fijase también en mí. Mi mayor temor era enseñarles a mis padres que solo había aprobado dos de mis ocho asignaturas y salir de marcha era el mayor de mis objetivos. Eran buenos tiempos.

Pero todo lo bueno tiene un final. Ahora me encuentro en esta sucia habitación de motel, mugrienta y pestilente, acostado sobre una cama que más que un lugar de descanso parece una mesa de tortura. Decido incorporarme y mirar por la ventana. Ya ha anochecido y la luna llena brilla en el cielo. La calle esta prácticamente desértica, a excepción de un borracho que apenas se sostiene de pie y una pareja de enamorados que se besan como si hoy fuese el ultimo día de su vida. Cierro los ojos y cientos de imágenes invaden mi mente. Pasado y presente aparecen ante mí, con pequeños flashes, pero, poco a poco, el nexo entre ambos, aquel momento que significo la muerte de mi pasado y el inicio de mi nuevo futuro, se va abriendo paso. Ahí estoy yo, hace cuatro años en un viaje con mis tres mejores amigos y unos compañeros del instituto. Eran las dos de la mañana y nuestros compañeros se habían ido a la cama. Pero la noche era joven aún. Nos fuimos a investigar la ciudad en busca de diversión. Nos cruzamos con dos muchachas que iban hablando y riendo entre ellas, algo borrachas. Estaban tremendas y hacían palidecer toda la calle. La de la izquierda era morena, con una mirada fría pero realmente atractiva. Iba enfundada en un traje de cuero que realzaba sus curvas y dejaba al descubierto brazos y ombligo. La de la derecha, pelirroja, tenía una mirada cálida y profunda, unos labios carnosos y jugosos. Vestía un vestido rojo sangre bastante escotado y que le llegaba hasta por encima de las rodillas. Fue imposible no observarlas al cruzarnos con ellas. Cuando la mirada de la pelirroja se cruzó con la mía un escalofrío recorrió mi cuerpo dejándome prácticamente inmóvil. Nos quedamos los cuatro viendo como esas diosas de la belleza se alejaban. Tenían un trasero perfecto. De repente se detuvieron y se volvieron, mirándonos. La morena sonrió pícaramente y nos indico con el índice y el corazón que las siguiéramos. No nos lo pensamos dos veces y las seguimos. Un poco mas adelante entraron en un Púb, que se encontraba a mano izquierda. Nosotros ni siquiera nos habíamos percatado de que estaba ahí cuando habíamos pasado anteriormente. Había un guardia a cada lado de la puerta. Medirían unos dos metros y casi podría jurar que uno de sus brazos tenia el grosor de mi cintura. Mas nos valía que dentro no tuviésemos problemas. No me apetecía tenerlos de enemigos. Nos pidieron los documentos de identidad. Era un problema. Solo la mitad de nosotros éramos mayores de edad. Pensábamos que nos íbamos a quedar sin estar con las dos jóvenes hasta que una de ellas salió y susurro algo al guardia. Este sonrió y nos dejó pasar. Tendríamos que haber sospechado algo pero nuestras mentes ya apenas razonaban, la imagen de las jóvenes ocupaban por completo nuestras sentidos. Cuando entramos nos sorprendimos. Era un lugar extraño, como no habíamos visto antes. Era bastante oscuro y las luces parpadeantes solo dejaban ver lo suficiente como para no chocar con la gente. En unas jaulas colgadas del techo, siete para ser exactos, bailaban las gogos de una manera realmente exótica y sensual. En los sofás veías gente de todo tipo, desde trajeada hasta en chándal, todos riendo. Avanzamos siguiendo a las jóvenes y cruzamos un pasillo totalmente oscuro llegando a una nueva sala. Se trataba de una especie de casino, aunque ilegal, eso estaba claro. En algunas esquinas, semiocultos en las sombras, individuos nos observaban con desconfianza. Se acercaron a la barra y se juntaron a dos amigas, una morena y otra castaña, tan sensuales como ellas. La castaña miró a uno de mis amigos. Vestía una blusa blanca y una minifalda vaquera. Se mordió el labio inferior lentamente y se acercó a la pelirroja, pasó su mano diestra por su cabello, suavemente, como una caricia, mientras con la izquierda le agarraba de la cintura, y la besó apasionadamente. Ya estábamos capturados. No había vuelta atrás. Éramos suyos. La primera morena se acercó a nosotros

-¿Una partidita de póquer?

¿Por qué no? No teníamos otra cosa que hacer.